martes, 31 de julio de 2018

Jeremías 37-39; Apocalipsis 2

Jeremías 37
1 Vino a reinar, en vez de Konías, hijo de Yoyaquim, el rey Sedecías, hijo de Josías, al que Nabucodonosor, rey de  Babilonia, puso por rey en tierra de Judá,
2 pero tampoco él ni sus siervos, ni el pueblo de la tierra, hicieron caso de las palabras que Yahveh había hablado por medio del profeta Jeremías.
3 El rey Sedecías envió a Yukal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a decir al profeta  Jeremías: «¡Ea! Ruega por nosotros a nuestro Dios Yahveh.»
4 Y Jeremías iba y venía en público, pues no le habían encarcelado.
5 Las fuerzas de Faraón salieron de Egipto, y al oír hablar de ellos los caldeos que sitiaban a Jerusalén, levantaron  el sitio de Jerusalén.
6 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Jeremías:
7 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: Así diréis al rey de Judá que os envía a mí, a consultarme: He aquí que las fuerzas de Faraón que salían en vuestro socorro se han vuelto a su tierra de Egipto,
8 y volverán los caldeos que atacan a esta ciudad, la tomarán y la incendiarán.
9 Así dice Yahveh: No cobréis ánimos diciendo: «Seguro que los caldeos terminarán por dejarnos y marcharse»; porque no se marcharán,
10 pues aunque hubieseis derrotado a todas las fuerzas de los caldeos que os atacan y les quedaren sólo hombres acribillados, se levantarían cada cual en su tienda e incendiarían esta ciudad.
11 Cuando las tropas caldeas estaban levantando el sitio de Jerusalén, replegándose ante las tropas del Faraón, aconteció que
12 Jeremías salía de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a asistir a un reparto en el pueblo.
13 Y encontrándose él en la puerta de Benjamín, donde había un vigilante llamado Yiriyías, hijo de Selemías, hijo de Jananías, éste prendió al profeta Jeremías diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!»
14 Dice Jeremías: «¡Falso! Yo no me paso a los caldeos.» Pero Yiriyías no le hizo caso, y poniendo preso a Jeremías, le llevó a los jefes,
15 los cuales se irritaron contra Jeremías, le dieron de golpes y le encarcelaron en casa del escriba Jonatán, convertida en prisión.
16 Así que Jeremías ingresó en el calabozo y en las bóvedas y permaneció allí mucho tiempo.
17 El rey Sedecías mandó traerle, y le interrogó en su casa, en secreto: «¿Hay algo de parte de Yahveh?» Dijo Jeremías: «Lo hay.»  Y añadió: «En mano del rey de Babilonia serás entregado.»
18 Y dijo Jeremías al rey Sedecías: «¿En qué te he faltado a ti, a tus siervos y a este pueblo, para que me hayáis puesto en prisión?
19 ¿Pues dónde están vuestros profetas que os profetizaban: “No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra  esta tierra?
20 Ahora, pues, oiga el rey mi señor, caiga bien en tu presencia mi petición de gracia y no me vuelvas a casa del  escriba Jonatán, no muera yo allí.»
21 Entonces el rey Sedecías mandó que custodiasen a Jeremías en el patio de la guardia y se le diese un rosco de pan por día de la calle de los panaderos, hasta que se acabase todo el pan de la ciudad. Y Jeremías permaneció en el patio de la guardia.
 
Jeremías 38
1 Oyeron Sefatías, hijo de Mattán, Guedalías, hijo de Pasjur, hijo de Malkiyías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo:
2 «Así dice Yahveh: Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de peste, mas el que se entregue a los caldeos vivirá, y eso saldrá ganando.
3 Así dice Yahveh: Sin remisión será entregada esta ciudad en mano de las tropas del rey de Babilonia, que la tomará.»
4 Y dijeron aquellos jefes al rey: «Ea, hágase morir a ese hombre, porque con eso desmoraliza a los guerreros que quedan en esta ciudad y a toda la plebe, diciéndoles tales cosas. Porque este hombre no procura en absoluto el bien del pueblo, sino su daño.»
5 Dijo el rey Sedecías: «Ahí le tenéis en vuestras manos, pues nada podría el rey contra vosotros.»
6 Ellos se apoderaron de Jeremías, y lo echaron a la cisterna de Malkiyías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia, descolgando a Jeremías con sogas. En el pozo no había agua, sino fango, y Jeremías se hundió en el fango.
7 Pero Ebed Mélek el kusita - un eunuco de la casa del rey - oyó que habían metido a Jeremías en la cisterna. El rey estaba sentado en la puerta de Benjamín.
8 Salió Ebed Mélek de la casa del rey, y habló al rey en estos términos:
9 «Oh mi señor el rey, está mal hecho todo cuanto esos hombres han hecho con el profeta Jeremías, arrojándole a la cisterna. Total lo mismo se iba a morir de hambre, pues no quedan ya víveres en la ciudad.»
10 Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: «Toma tú mismo de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.»
11 Ebed Mélek tomó consigo a los hombres y entrando en la casa del rey, al vestuario del tesoro, tomó allí deshechos  de paños y telas, y con sogas los descolgó por la cisterna hasta Jeremías.
12 Dijo Ebed Mélek el kusita a Jeremías: «Hala, ponte los deshechos de paños y telas entre los sobacos y las sogas.» Así lo hizo Jeremías,
13 y halando a Jeremías con las sogas le subieron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.
14 Entonces el rey Sedecías mandó traer al profeta Jeremías a la entrada tercera que había en la Casa de Yahveh, y dijo el rey a Jeremías: «Yo te pregunto una cosa: no me ocultes nada.»
15 Dijo Jeremías a Sedecías: «Si te soy sincero, seguro que me matarás; y aunque te aconseje, no me escucharás.»
16 El rey Sedecías juró a Jeremías en secreto: «Por vida de Yahveh, y por la vida que nos ha dado, que no te haré  morir ni te entregaré en manos de estos hombres que andan buscando tu muerte.»
17 Dijo Jeremías a Sedecías: «Así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: Si sales a entregarte a los jefes del rey de Babilonia, vivirás tú mismo y esta ciudad no será incendiada: tanto tú como los tuyos viviréis.
18 Pero si no te entregas a los jefes del rey de Babilonia, esta ciudad será puesta en manos de los caldeos e incendiada, y tú no escaparás de sus manos.»
19 Dijo el rey Sedecías a Jeremías: «Me preocupan los judíos que se han pasado a los caldeos, no vaya a ser que me  entreguen en sus manos, y éstos hagan mofa de mí.»
20 Pero replicó Jeremías: «No te entregarán. ¡Ea!, oye la voz de Yahveh en esto que te digo, que te resultará bien  y quedarás con vida.
21 Mas si rehusas a salir, esto es lo que me ha mostrado Yahveh.
22 Mira que todas las mujeres que han permanecido en la casa del rey de Judá serán sacadas adonde los jefes del rey de Babilonia, e irán diciendo: Te empujaron y pudieron contigo aquellos con quienes te saludabas. Se hundieron en el lodo tus pies, hiciéronse atrás.
23 Y a todas tus mujeres y tus hijos irán sacando adonde los caldeos, y tú no escaparás de ellos, sino que en manos del rey de Babilonia serás puesto, y esta ciudad será incendiada.»
24 Entonces dijo Sedecías a Jeremías: «Que nadie sepa nada de esto, y no morirás.
25 Aunque se enteren los jefes de que he estado hablando contigo, y viniendo a ti te digan: “Decláranos qué has dicho al rey sin ocultárnoslo, y así no te mataremos, como también lo que el rey te ha hablado”,
26 tú les dirás: “He pedido al rey la gracia de que no se me devuelva a casa de Jonatán a morirme allí.”»
27 En efecto, vinieron todos los jefes a Jeremías, le interrogaron, y él les respondió conforme a lo que queda dicho que le había mandado el rey: y ellos quedaron satisfechos, porque nada se sabía de lo hablado.
28 Así quedó Jeremías en el patio de la guardia, hasta el día en que fue tomada Jerusalén. Ahora bien, cuando fue tomada Jerusalén...
 
Jeremías 39
1 En el año nueve de Sedecías, rey de Judá, el décimo mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron.
2 En el año once de Sedecías, el cuarto mes, el nueve del mes, se abrió una brecha en la ciudad,
3 y entraron todos los jefes del rey de Babilonia y se instalaron en la Puerta Central: Nergal Sareser, Samgar Nebo, Sar Sekim, jefe superior, Nergal Sareser, alto funcionario y todos los demás jefes del rey de Babilonia.
4 Al verles Sedecías, rey de Judá, y todos los guerreros, huyeron de la ciudad salieron de noche camino del parque del rey por la puerta que está entre los dos muros, y se fueron por el camino de la Arabá.
5 Las tropas caldeas les persiguieron y dando alcance a Sedecías en los llanos de Jericó, le prendieron y le subieron a Riblá, en tierra de Jamat, adonde Nabucodonosor, rey de Babilonia, que lo sometió a juicio.
6 Y el rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedecías en Riblá a la vista de éste; luego el rey de Babilonia degolló a toda la aristocracia de Judá,
7 y habiendo cegado los ojos a Sedecías le ató con doble cadena de bronce para llevárselo a Babilonia.
8 Los caldeos incendiaron la casa del rey y las casas del pueblo y demolieron los muros de Jerusalén;
9 cuanto al resto del pueblo que quedaba en la ciudad, a los desertores que se habían pasado a él y a los artesanos  restantes los deportó Nebuzaradán, jefe de la guardia, a Babilonia.
10 En cuanto a la plebe baja, los que no tienen nada, hízoles quedar Nebuzaradán, jefe de la guardia, en tierra de  Judá, y en aquella ocasión les dio viñas y parcelas.
11 Nabucodonosor, rey de Babilonia, había dado instrucciones a Nebuzaradán, jefe de la guardia, respecto a Jeremías en este sentido:
12 «Préndele y tenle a la vista; y no le hagas daño alguno, antes harás con él lo que él mismo te diga.»
13 Entonces (Nebuzaradán, jefe de la guardia) Nebusazbán, jefe superior, Nergal Sareser, oficial superior, y todos  los grandes del rey de Babilonia
14 enviaron en busca de Jeremías, y lo confiaron a Godolías, hijo de Ajicam, hijo de Safán, para que le hiciese salir  a casa, y permaneció entre la gente.
15 Estando Jeremías detenido en el patio de la guardia, le había sido dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
16 Vete y dices a Ebed Mélek el kusita: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mira que yo hago llegar mis palabras a esta ciudad para su daño, que no para su bien, y tú serás testigo en aquel día,
17 pero yo te salvaré a ti aquel día - oráculo de Yahveh - y no serás puesto en manos de aquellos cuya presencia evitas  temeroso,
18 antes bien te libraré, y no caerás a espada. Saldrás ganando la propia vida, porque confiaste en mí - oráculo de  Yahveh.
 

Apocalipsis 2
1 Al Ángel de la Iglesia de Éfeso, escribe: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que  camina entre los siete candeleros de oro.
2 Conozco tu conducta: tus fatigas y paciencia; y que no puedes soportar a los malvados y que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo y descubriste su engaño.
3 Tienes paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer.
4 Pero tengo contra ti que has perdido tu amor de antes.
5 Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera. Si no, iré donde ti y cambiaré  de su lugar tu candelero, si no te arrepientes.
6 Tienes en cambio a tu favor que detestas el proceder de los nicolaítas, que yo también detesto.
7 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré a comer = del árbol de la  vida, que está en el Paraíso = de Dios.
8 Al Ángel de la Iglesia de Esmirna escribe: Esto dice = el Primero y el Ultimo, = el que estuvo muerto y revivió.
9 Conozco tu tribulación y tu pobreza - aunque eres rico - y las calumnias de los que se llaman judíos sin serlo y son en realidad una sinagoga de Satanás.
10 No temas por lo que vas a sufrir: el Diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel = para que seáis tentados, = y sufriréis una tribulación de = diez días. = Manténte fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.
11 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: el vencedor no sufrirá daño de la muerte segunda.
12 Al Ángel de la Iglesia de Pérgamo escribe: Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos.
13 Sé dónde vives: donde está el trono de Satanás. Eres fiel a mi nombre y no has renegado de mi fe, ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, que fue muerto entre vosotros, ahí donde habita Satanás.
14 Pero tengo alguna cosa contra ti: mantienes ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balaq a poner tropiezos a los hijos de Israel para que comieran carnes inmoladas a los ídolos y fornicaran.
15 Así tú también mantienes algunos que sostienen la doctrina de los nicolaítas.
16 Arrepiéntete, pues; si no, iré pronto donde ti y lucharé contra ésos con la espada de mi boca.
17 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor le daré maná escondido; y le daré  también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, = un nombre nuevo = que nadie conoce, sino el que lo recibe.
18 Escribe al Ángel de la Iglesia de Tiatira: Esto dice el Hijo de Dios, cuyos ojos son como llama de fuego y cuyos  pies parecen de metal precioso.
19 Conozco tu conducta: tu caridad, tu fe, tu espíritu de servicio, tu paciencia; tus obras últimas sobrepujan a las primeras.
20 Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, esa mujer que se llama profetisa y está enseñando y engañando a mis  siervos para que forniquen y coman carne inmolada a los ídolos.
21 Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.
22 Mira, a ella voy a arrojarla al lecho del dolor, y a los que adulteran con ella, a una gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras.
23 Y a sus hijos, los voy a herir de muerte: así sabrán todas las Iglesias que yo soy = el que sondea los riñones y los corazones, = y yo os = daré a cada uno según vuestras obras. =
24 Pero a vosotros, a los demás de Tiatira, que no compartís esa doctrina, que no conocéis «las profundidades de Satanás», como ellos dicen, os digo: No os impongo ninguna otra carga;
25 sólo que mantengáis firmemente hasta mi vuelta lo que ya tenéis.
26 Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, = le daré = poder sobre = las naciones: =
27 = las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. =
28 Yo también lo he recibido de mi Padre. Y le daré el Lucero del alba.
29 El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

lunes, 30 de julio de 2018

Jeremías 34-36; Apocalipsis 1

Jeremías 34
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todas sus fuerzas y todos los reinos de la tierra sometidos a su poder y todos los pueblos atacaban a Jerusalén y a todas sus ciudades:
2 Así dice Yahveh el Dios de Israel: Ve y dices a Sedecías, rey de Judá; le dices: Así dice Yahveh: «Mira que yo  entrego esta ciudad en manos del rey de Babilonia, y la incendiará.
3 En cuanto a ti, no te escaparás de su mano, sino que sin falta serás capturado, y en sus manos te pondré y tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia, y su boca hablará a tu boca, y a Babilonia irás.
4 Empero, oye una palabra de Yahveh, oh Sedecías, rey de Judá: Así dice Yahveh respecto a ti: No morirás por la espada.
5 En paz morirás. Y como se quemaron perfumes por tus padres, los reyes antepasados que te precedieron, así los quemarán  por ti, y con el «¡ay, señor!» te plañirán, porque lo digo yo - oráculo de Yahveh -.
6 Y habló el profeta Jeremías a Sedecías, rey de Judá, todas estas palabras en Jerusalén,
7 mientras las fuerzas del rey de Babilonia atacaban a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá que quedaban: a Lakís y Azecá, pues estas dos plazas fuertes habían quedado de todas las ciudades de Judá.
8 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, después de llegar el rey Sedecías a un acuerdo con todo el pueblo de Jerusalén, proclamándoles una manumisión,
9 en orden a dejar cada uno a su siervo o esclava hebreos libres dándoles la libertad de suerte que ningún judío fuera siervo de su hermano.
10 Todos los jefes y todo el pueblo que entraba en el acuerdo obedecieron, dejando libres quién a su siervo, quién a su esclava, dándoles la libertad de modo que no hubiese entre ellos más esclavos: obedecieron y les dejaron libres.
11 Pero luego volvieron a apoderarse de los siervos y esclavas que habían manumitido y los redujeron a servidumbre y esclavitud.
12 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías en estos términos:
13 Así dice Yahveh, el Dios de Israel: yo hice alianza con vuestros padres el día que los saqué de Egipto, de la casa  de servidumbre, diciendo:
14 «Al cabo de siete años cada uno de vosotros dejará libre al hermano hebreo que se le hubiera vendido. Te servirá por seis años, y le enviarás libre de junto a ti.» Pero no me hicieron caso vuestros padres ni aplicaron el oído.
15 Vosotros os habéis convertido hoy y habéis hecho lo que es recto a mis ojos proclamando manumisión general, y llegando  a un acuerdo en mi presencia, en la Casa que se llama por mi Nombre;
16 pero os habéis echado atrás y profanado mi Nombre, os habéis apoderado de vuestros respectivos siervos y esclavas  a quienes habíais manumitido, reduciéndolos de nuevo a esclavitud.
17 Por tanto, así dice Yahveh: Vosotros no me habéis hecho caso al proclamar manumisión general. He aquí que yo proclamo contra vosotros manumisión de la espada, de la peste y del hambre - oráculo de Yahveh - y os doy por espantajo  de todos los reinos de la tierra.
18 Y a los individuos que traspasaron mi acuerdo, aquellos que no han hecho válidos los términos del acuerdo que firmaron en mi presencia, yo los volveré como el becerro que cortaron en dos y por entre cuyos pedazos pasaron:
19 a los jefes de Judá, los jefes de Jerusalén, los eunucos, los sacerdotes y todo el pueblo de la tierra que han pasado por entre los pedazos del becerro,
20 les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su muerte y sus cadáveres serán pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra.
21 Y a Sedecías, rey de Judá, y a sus jefes les pondré en manos de sus enemigos y de quienes buscan su muerte y del  ejército del rey de Babilonia que se ha retirado de vosotros.
22 Mirad que yo lo ordeno - oráculo de Yahveh - y les hago volver sobre esta ciudad, y la atacarán, la tomarán y le darán fuego, y las ciudades de Judá las trocaré en desolación sin habitantes.
 
Jeremías 35
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, en tiempo de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá.
2 «Ve a la casa de los rekabitas y les hablas. Les llevas a la Casa de Yahveh, a una de las cámaras, y les escancias  vino.»
3 Tomé, pues, a Yazanías, hijo de Jeremías, hijo de Jabassinías, y a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la casa de los rekabitas,
4 y les llevé a la Casa de Yahveh, a la cámara de Ben Yojanán, hijo de Yigdalías, hombre de Dios, la cual cámara está al lado de la de los jefes, y encima de la de Maaseías, hijo de Sallum, guarda del umbral,
5 y presentando a los hijos de la casa de los rekabitas unos jarros llenos de vino y tazas, les dije: «¡Bebed vino!»
6 Dijeron ellos: «No bebemos vino, porque nuestro padre Yonadab, hijo de Rekab, nos dio este mandato: “No beberéis vino ni vosotros ni vuestros hijos nunca jamás,
7 ni edificaréis casa, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñedo, ni poseeréis nada, sino que en tiendas pasaréis  toda vuestra existencia, para que viváis muchos días sobre la faz del suelo, donde sois forasteros.”
8 Nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Yonadab, hijo de Rekab, en todo cuanto nos mandó, absteniéndonos  de beber vino de por vida, nosotros, nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas,
9 y no edificando casas donde vivir, ni poseyendo viña ni campo de sementera,
10 sino que hemos vivido en tiendas, obedeciendo y obrando en todo conforme a lo que nos mandó nuestro padre Yonadab.
11 Pero al subir Nabucodonosor, rey de Babilonia, contra el país, dijimos: “Venid y entremos en Jerusalén, para huir de las fuerzas caldeas y de las de Arán”, y nos instalamos en Jerusalén.»
12 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
13 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Ve y dices a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿ No aprenderéis la lección que os invita a escuchar mis palabras? - oráculo de Yahveh -.
14 Se ha cumplido la palabra de Yonadab, hijo de Rekab, que prohibió a sus hijos beber vino, y no han bebido hasta la fecha, porque obedecieron la orden de su padre. Yo me afané en hablaros a vosotros y no me oísteis.
15 Me afané en enviaros a todos mis siervos los profetas a deciros: Ea, tornad cada uno de vuestro mal camino, mejorad vuestras acciones y no andéis en pos de otros dioses para servirles, y os quedaréis en la tierra que os di a vosotros y a vuestros padres; mas no aplicasteis el oído ni me hicisteis caso.
16 Así, los hijos de Yonadab, hijo de Rekab, han cumplido el precepto que su padre les impuso, mientras que este pueblo  no me ha hecho caso.
17 Por tanto, así ha dicho Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo traigo contra Judá y contra los  habitantes de Jerusalén todo el mal que pronuncié respecto a ellos, por cuanto les hablé y no me oyeron, les llamé y no me respondieron.
18 A la casa de los rekabitas dijo Jeremías: «Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Por cuanto que habéis hecho caso del precepto de vuestro padre Yonadab y habéis guardado todos esos preceptos y obrado conforme a cuanto os mandó,
19 por lo mismo, así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: No faltará a Yonadab, hijo de Rekab, quien siga ante mi  faz todos los días.»
 
Jeremías 36
1 Aconteció que en el año cuarto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, fue dirigida esta palabra a Jeremías de parte de Yahveh:
2 Tómate un rollo de escribir, y apuntas en él todas las palabras que te he hablado tocante a Israel, a Judá y a  todas las naciones, desde la fecha en que te vengo hablando - desde los tiempos de Josías hasta hoy -.
3 A ver si la casa de Judá se entera de todo el mal que he pensado hacerle, de modo que se convierta cada uno de su mal camino, y entonces yo perdonaría su culpa y su pecado.
4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc, hijo de Neriyías, y apuntó Baruc al dictado de Jeremías todas las palabras que Yahveh le había hablado, en un rollo de escribir.
5 Dio Jeremías a Baruc estas instrucciones: «Yo estoy detenido; no puedo ir a la Casa de Yahveh.
6 Así que, vete tú, y lees en voz alta el rollo en que has apuntado al dictado mío las palabras de Yahveh, a oídos  del público de la Casa de Yahveh el día del ayuno, y las lees también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades;
7 a ver si presentan sus súplicas a Yahveh, y se vuelven cada uno de su mal camino; porque grande es la ira y el furor que ha expresado Yahveh contra este pueblo.»
8 Hizo Baruc, hijo de Neriyías, conforme a todo cuanto le había mandado el profeta Jeremías, y leyó en el libro las  palabras de Yahveh en la Casa de Yahveh.
9 Precisamente en el año quinto de Yoyaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el mes noveno, se proclamaba ayuno general delante de Yahveh, tanto para el pueblo de Jerusalén como para toda la gente venida de las ciudades de  Judá a Jerusalén.
10 Baruc, pues, leyó en el libro las palabras de Jeremías en la Casa de Yahveh, en la cámara de Guemarías, hijo de  Safán el escriba, en el patio alto, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh, a oídos de todo el  pueblo.
11 Oye Miqueas, hijo de Guemarías, hijo de Safán, todas las palabras de Yahveh según el libro,
12 baja a la casa del rey, al cuarto del escriba, y se encuentra con que allí estaban todos los jefes sentados: el escribano Elisamá, Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Akbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedecías, hijo  de Jananías, y todos los demás jefes.
13 Y Miqueas declaró todas las palabras que había oído leer a Baruc en el libro a oídos del pueblo.
14 Entonces todos los jefes enviaron a Yehudí, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Kusí a decir a Baruc: «Toma en tus propias manos el rollo en el que has leído en voz alta al pueblo y vente.» Baruc, hijo de Neriyías, tomó el rollo en sus manos y se dirigió adonde ellos.
15 Dícenle: «Ea, siéntate y ten a bien leérnoslo a nosotros.» Y Baruc se lo leyó.
16 Como oyeron todas aquellas palabras, se asustaron y dijeron cada cual a su vecino: «Anunciemos sin falta al rey todas estas palabras.»
17 Y a Baruc le pidieron: «Explícanos cómo has escrito todas estas palabras.»
18 Díceles Baruc: «Al dictado. El me recitaba todas estas palabras y yo las iba escribiendo en el libro con tinta.»
19 Dicen los jefes a Baruc: «Vete, escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis.»
20 Y entraron adonde el rey, a la corte (el rollo lo consignaron en la cámara de Elisamá el escriba) y anunciaron a oídos del rey todas aquellas palabras.
21 Entonces envió el rey a Yehudí a apoderarse del rollo, y éste lo tomó del cuarto de Elisamá el escriba. Y Yehudí lo leyó en voz alta al rey y a todos los jefes que estaban en pie en torno al rey.
22 El rey estaba sentado en la casa de invierno, - era en el mes noveno -, con un brasero delante encendido.
23 Y así que había leído Yehudí tres hojas o cuatro, él las rasgaba con el cortaplumas del escriba y las echaba al fuego del brasero, hasta terminar con todo el rollo en el fuego del brasero.
24 Ni se asustaron ni se rasgaron los vestidos el rey ni ninguno de sus siervos que oían todas estas cosas,
25 y por más que Elnatán, Delaías y Guemarías suplicaron el rey que no quemara el rollo, no les hizo caso.
26 Luego el rey ordenó a Yerajmeel, hijo del rey, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, apoderarse del escriba Baruc y del profeta Jeremías, pero Yahveh los ocultó.
27 Entonces fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías - tras de haber quemado el rey el rollo y las cosas que había escrito Baruc al dictado de Jeremías - como sigue:
28 «Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las cosas que antes había en el primer rollo que quemó Yoyaquim, rey de Judá.
29 Y a Yoyaquim, rey de Judá, le dices: Así dice Yahveh: Tú has quemado aquel rollo, diciendo: “¿Por qué has escrito en él: Vendrá sin falta el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y se llevará cautivos de ella a hombres y bestias?”
30 Por tanto, así dice Yahveh a propósito de Yoyaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono de David  y su propio cadáver yacerá tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche.
31 Yo pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y traeré sobre ellos y sobre todos los habitantes  de Jerusalén y los hombres de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran caso.»
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo, que dio al escriba Baruc, hijo de Neriyías, y éste escribió al dictado de Jeremías todas las palabras del libro que había quemado Yoyaquim, rey de Judá, e incluso se añadió a aquéllas otras muchas por el estilo.

APOCALIPSIS  
Apocalipsis 1
1 Revelación de Jesucristo; se la concedió Dios para manifestar a sus siervos = lo que ha de suceder = pronto; y envió a su Ángel para dársela a conocer a su siervo Juan,
2 el cual ha atestiguado la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo: todo lo que vio.
3 Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo  está cerca.
4 Juan, a las siete Iglesias de Asia. Gracia y paz a vosotros de parte de «Aquel que es, que era y que va a venir», de parte de los siete Espíritus que están ante su trono,
5 y de parte de Jesucristo, = el Testigo fiel, el Primogénito = de entre los muertos, = el Príncipe de los reyes de la tierra. = Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados
6 y ha hecho de nosotros = un Reino de Sacerdotes = para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos  de los siglos. Amén.
7 Mirad, = viene acompañado de nubes: = todo ojo le verá, hasta = los que le traspasaron, = y = por él harán duelo todas las razas = de la tierra. Sí. Amén.
8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso.
9 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero de la tribulación, del reino y de la paciencia, en Jesús. Yo me encontraba en la isla llamada Patmos, por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
10 Caí en éxtasis el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía:
11 «Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea».
12 Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro,
13 y en medio de los candeleros = como a un Hijo de hombre, = vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un  = ceñidor de oro. =
14 = Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, = como la nieve; = sus ojos como = llama de = fuego =;
15 = sus pies parecían de metal = precioso acrisolado en el horno; = su voz como voz de grandes aguas. =
16 Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el  sol cuando brilla con toda su fuerza.
17 Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, = el Primero y el Ultimo, =
18 el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte  y del Hades.
19 Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y = lo que va a suceder más tarde. =
20 La explicación del misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro es ésta: las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias, y los siete candeleros son las siete Iglesias.

domingo, 29 de julio de 2018

Jeremías 31-33; Judas 1

Jeremías 31
1 En aquel tiempo - oráculo de Yahveh - seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo.
2 Así dice Yahveh: Halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada: va a su descanso Israel.
3 De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti.
4 Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas.
5 Aún volverás a plantar viñas en los montes de Samaría: (plantarán los plantadores, y disfrutarán).
6 Pues habrá un día en que griten los centinelas en la montaña de Efraím: «¡Levantaos y subamos a Sión, adonde Yahveh, el Dios nuestro!»
7 Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: «¡Ha salvado Yahveh a su pueblo, al Resto de Israel!»
8 Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve acá.
9 Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraím es mi primogénito.
10 Oíd la palabra de Yahveh, naciones, y anunciad por las islas a lo lejos, y decid: «El que dispersó a Israel le reunirá y le guardará cual un pastor su hato.»
11 Porque ha rescatado Yahveh a Jacob, y le ha redimido de la mano de otro más fuerte.
12 Vendrán y darán hurras en la cima de Sión y acudirán al regalo de Yahveh: al grano, al mosto, y al aceite virgen, a las crías de ovejas y de vacas, y será su alma como huerto empapado, no volverán a estar ya macilentos.
13 Entonces se alegrará la doncella en el baile, los mozos y los viejos juntos, y cambiaré su duelo en regocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza;
14 empaparé el alma de los sacerdotes de grasa, y mi pueblo de mi regalo se hartará - oráculo de Yahveh -.
15 Así dice Yahveh: En Ramá se escuchan ayes, lloro amarguísimo. Raquel que llora por sus hijos, que rehúsa consolarse - por sus hijos - porque no existen.
16 Así dice Yahveh: Reprime tu voz del lloro y tus ojos del llanto, porque hay paga para tu trabajo - oráculo de Yahveh -: volverán de tierra hostil,
17 y hay esperanza para tu futuro - oráculo de Yahveh -: volverán los hijos a su territorio.
18 Bien he oído a Efraím lamentarse: «Me corregiste y corregido fui, cual becerro no domado. Hazme volver y volveré, pues tú, Yahveh, eres mi Dios.
19 Porque luego de desviarme, me arrepiento, y luego de darme cuenta, me golpeo el pecho, me avergüenzo y me confundo luego, porque aguanto el oprobio de mi mocedad.»
20 ¿Es un hijo tan caro para mí Efraím, o niño tan mimado, que tras haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme - oráculo de Yahveh -.
21 Plántate hitos, ponte jalones de ruta, presta atención a la calzada al camino que anduviste. Vuelve, virgen de Israel, vuelve a estas ciudades.
22 ¿Hasta cuándo darás rodeos, oh díscola muchacha? Pues ha creado Yahveh una novedad en la tierra: la Mujer ronda al Varón.
23 Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Todavía dirán este refrán en tierra de Judá y en sus ciudades, cuando yo haga volver a sus cautivos: «¡Bendígate Yahveh, oh estancia justa, oh monte santo!»
24 Y morarán allí Judá y todas sus ciudades juntamente, los labradores y los que trashuman con el rebaño,
25 porque yo empaparé el alma agotada y toda alma macilenta colmaré.
26 En esto, me desperté y vi que mi sueño era sabroso para mí.
27 He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombres y ganados.
28 Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para reconstruir y replantar - oráculo de Yahveh -.
29 En aquellos días no dirán más: «Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren de dentera»;
30 sino que cada uno por su culpa morirá: quienquiera que coma el agraz tendrá la dentera.
31 He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza;
32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron  mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh -.
33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues  todos ellos me conocerán del más chico al más grande - - oráculo de Yahveh - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
35 Así dice Yahveh, el que da el sol para alumbrar el día, y gobierna la luna y las estrellas para alumbrar la noche, el que agita el mar y hace bramar sus olas, cuyo nombre es Yahveh Sebaot.
36 Si fallaren estas normas en mi presencia - oráculo de Yahveh - también la prole de Israel dejaría de ser una nación en mi presencia a perpetuidad.
37 Así dice Yahveh: Si fueren medidos los cielos por arriba, y sondeadas las bases de la tierra por abajo, entonces también yo renegaría de todo el linaje de Israel por todo cuanto hicieron - oráculo de Yahveh -.
38 He aquí que vienen días - oráculo de Yahveh - en que será reconstruida la ciudad de Yahveh desde la torre de Jananel  hasta la Puerta del Angulo;
39 y volverá a salir la cuerda de medir toda derecha hasta la cuesta de Gareb, y torcerá hasta Goá,
40 y toda la hondonada de los Cuerpos Muertos y de la Ceniza, y toda la Campa del Muerto hasta el torrente Cedrón, hasta la esquina de la Puerta de los Caballos hacia oriente será sagrado de Yahveh: no volverá a ser destruido ni dado al anatema nunca jamás.
 
Jeremías 32
1 Palabra que fue dirigida a Jeremías de parte de Yahveh el año diez de Sedecías, rey de Judá - o sea, el año dieciocho de Nabucodonosor:
2 A la sazón las fuerzas del rey de Babilonia sitiaban a Jerusalén, mientras el profeta Jeremías estaba detenido  en el patio de la guardia de la casa del rey de Judá,
3 donde le tenía detenido Sedecías, rey de Judá, bajo esta acusación: «¿Por qué has profetizado: Así dice Yahveh: He aquí que yo entrego esta ciudad en manos del rey de Babilonia, que la tomará,
4 y el rey de Judá, Sedecías, no escapará de manos de los caldeos, sino que será entregado sin remisión en manos del rey de Babilonia, con quien hablará boca a boca, y sus ojos se encontrarán con sus ojos,
5 y a Babilonia llevará a Sedecías, y allí estará (hasta que yo le visite - oráculo de Yahveh. ¡Aunque luchéis con los caldeos, no triunfaréis!)»
6 Dijo Jeremías: He recibido una palabra de Yahveh que dice así:
7 «He aquí que Janamel, hijo de tu tío Sallum, va a dirigirse a ti diciendo: “Ea, cómprame el campo de Anatot, porque a ti te toca el derecho de rescate para comprarlo.”»
8 Vino, pues, a mí Janamel, hijo de mi tío, conforme al dicho de Yahveh, al patio de la guardia, y me dijo: «Ea,  cómprame el campo de Anatot - que cae en territorio de Benjamín - porque tuyo es el derecho de adquisición y a ti te toca el rescate. Cómpratelo.» Yo reconocí en aquello la palabra de Yahveh,
9 y compré a Janamel, hijo de mi tío, el campo que está en Anatot. Le pesé la plata: diecisiete siclos de plata.
10 Lo apunté en mi escritura, sellé, aduje testigos y pesé la plata en la balanza.
11 Luego tomé la escritura de la compra, el documento sellado según ley y la copia abierta,
12 y pasé la escritura de la compra a Baruc, hijo de Neriyías, hijo de Majseías, a vista de mi primo Janamel y de los testigos firmantes en la escritura de la compra, y a vista de todos los judíos presentes en el patio de la guardia,
13 y a vista de todos ellos di a Baruc este encargo:
14 Así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: Toma estas escrituras: la escritura de compra, el documento sellado y la copia abierta, y las pones en un cántaro de arcilla para que duren mucho tiempo.
15 Porque así dice Yahveh Sebaot el Dios de Israel: «Todavía se comprarán casas y campos y viñas en esta tierra.»
16 Después de haber entregado la escritura de propiedad a Baruc, hijo de Neriyías, oré a Yahveh diciendo:
17 «¡Ay, Señor Yahveh! He aquí que tú hiciste los cielos y la tierra con tu gran poder y tenso brazo: nada es extraordinario para ti,
18 el que hace merced a millares, que se cobra la culpa de los padres a costa de los hijos que les suceden, el Dios grande, el Fuerte, cuyo nombre es Yahveh Sebaot,
19 grande en designios y rico en recursos, que tiene los ojos fijos en la conducta de los humanos, para dar a cada uno según su conducta y el fruto de sus obras;
20 tú que has obrado señales y portentos en Egipto, hasta hoy, y en Israel y en la humanidad entera, y te has hecho  un nombre, como hoy se ve;
21 y sacaste a tu pueblo Israel de Egipto con señales y prodigios y con mano fuerte y tenso brazo y con gran aparato,
22 y les diste esta tierra que habías jurado darla a sus padres: tierra que mana leche y miel.
23 Entraron en ella y la poseyeron, pero no hicieron caso de tu voz, ni conforme a tus leyes anduvieron: nada de lo que les mandaste hacer hicieron, y les conminaste con esta calamidad.
24 He aquí que los terraplenes llegan a la ciudad para tomarla y la ciudad está ya a merced de los caldeos que la atacan, por causa de la espada y del hambre y de la peste; lo que habías dicho, ha sido, y tú mismo lo estás viendo.
25 ¡Precisamente tú me has dicho, oh Señor Yahveh: “Cómprate el campo y aduce testigos” cuando la ciudad está entregada a manos de los caldeos!»
26 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh como sigue:
27 Mira que yo soy Yahveh, el Dios de toda carne. ¿Habrá cosa extraordinaria para mi?
28 Pues así dice Yahveh: He aquí que yo pongo esta ciudad en manos de los caldeos y en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que la tomará,
29 y entrarán los caldeos que atacan a esta ciudad y le prenderán fuego incendiándola junto con las casas en cuyos  terrados se incensaba a Baal y se libaban libaciones a otros dioses para provocarme.
30 Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá no han hecho otra cosa sino lo que me disgusta desde sus mocedades (porque los hijos de Israel no han hecho más que provocarme con las obras de sus manos - oráculo de Yahveh -).
31 Porque motivo de mi furor y de mi ira ha sido para mí esta ciudad, desde el día en que la edificaron hasta hoy, que es como para quitármela de delante,
32 por toda la maldad de los hijos de Israel y de los hijos de Judá, que, para provocarme, obraron ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y profetas, el hombre de Judá y el habitante de Jerusalén,
33 y me volvieron la espalda, que no la cara. Yo les adoctriné asiduamente, mas ellos no quisieron aprender la lección,
34 sino que pusieron sus Monstruos abominables en la Casa que llaman por mi Nombre, profanándola,
35 y fraguaron los altos del Baal que hay en el Valle de Ben Hinnom para hacer pasar por el fuego a sus hijos e hijas en honor del Moloc - lo que no les mandé ni me pasó por las mientes -, obrando semejante abominación con el fin de hacer pecar a Judá.
36 Ahora, pues, en verdad así dice Yahveh, el Dios de Israel, acerca de esta ciudad que - al decir de vosotros - está ya a merced del rey de Babilonia por la espada, por el hambre y por la peste.
37 He aquí que yo los reúno de todos los países a donde los empujé en mi ira y mi furor y enojo grande, y les haré volver a este lugar, y les haré vivir en seguridad,
38 serán mi pueblo, y yo seré su Dios;
39 y les daré otro corazón y otro camino, de suerte que me teman todos los días para bien de ellos y de sus hijos  después de ellos.
40 Les pactaré alianza eterna - que no revocaré después de ellos - de hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, de modo que no se aparten de junto a mí;
41 me dedicaré a hacerles bien, y los plantaré en esta tierra firmemente, con todo mi corazón y con toda mi alma.
42 Porque así dice Yahveh: Como he traído sobre este pueblo todo este gran perjuicio, así yo mismo voy a traer sobre  ellos todo el beneficio que pronuncio sobre ellos,
43 y se comprarán campos en esta tierra de la que decís vosotros que es una desolación, sin personas ni ganados, y que está a merced de los caldeos;
44 se comprarán campos con dinero, anotándose en escritura, sellándose y llamando testigos, en la tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén, en las ciudades de Judá, en las de la Montaña, en las de la Tierra Baja y en las del Négueb, pues haré tornar a sus cautivos - oráculo de Yahveh -.
 
Jeremías 33
1 De nuevo fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías, que estaba aún detenido en el patio de la guardia, en estos  términos:
2 Así dice Yahveh, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla subsistir, Yahveh es su nombre:
3 Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles, que desconocías.
4 Porque así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a las casas de esta ciudad y a las de los reyes de Judá que han sido derruidas. Junto a los terraplenes y a la espada,
5 se traba combate con los caldeos para llenar la ciudad de cadáveres humanos, a los que herí en mi ira y mi furor, y por cuya malicia oculté mi rostro de esta ciudad.
6 He aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les descubriré una corona de paz y seguridad.
7 Haré tornar a los cautivos de Judá y a los cautivos de Israel y los reedificaré como en el pasado,
8 y los purificaré de toda culpa que cometieron contra mí, y perdonaré todas las culpas que cometieron contra mí, y con que me fueron rebeldes.
9 Jerusalén será para mí un nombre evocador de alegría, será prez y ornato para todas las naciones de la tierra que  oyeren todo el bien que voy a hacerle, y se asustarán y estremecerán de tanta bondad y de tanta paz como voy a concederle.
10 Así dice Yahveh: Aún se oirá en este lugar, del que vosotros decís que está abandonado, sin personas ni ganados, en todas las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén desoladas, sin personas ni habitantes ni ganados,
11 voz de gozo y de alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de cuantos traigan sacrificios de alabanza a la Casa de Yahveh diciendo: «Alabad a Yahveh Sebaot, porque es bueno Yahveh, porque es eterno su amor», pues haré tomar a los cautivos del país, y volverán a ser como antes - dice Yahveh -.
12 Así dice Yahveh Sebaot: Aún habrá en este lugar abandonado de hombres y ganados y en todas sus ciudades, dehesa de pastores que hagan acostarse a las ovejas:
13 en las ciudades de la Montaña, y en las de la Tierra Baja, en las del Négueb y en la tierra de Benjamín y en los contornos de Jerusalén y en las ciudades de Judá, volverán a pasar ovejas ante la mano del que las cuente -  dice Yahveh.
14 Mirad que días vienen - oráculo de Yahveh - en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá.
15 En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
16 En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: «Yahveh, justicia nuestra.»
17 Pues así dice Yahveh: No le faltará a David quien se siente en el trono de la casa de Israel;
18 y a los sacerdotes levíticos no les faltará quien en presencia mía eleve holocaustos y queme incienso de oblación y haga sacrificio cada día.
19 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
20 Así dice Yahveh: Si llegareis a romper mi alianza con el día y con la noche, de suerte que no sea de día o de noche  a su debido tiempo,
21 entonces también mi alianza romperíais con mi siervo David, de suerte que le falte un hijo que reine sobre su trono y con los levitas sacerdotes, mis servidores.
22 Así como es incontable el ejército de los cielos, e incalculable la arena de la mar, así multiplicaré el linaje  de mi siervo David y de los levitas que me sirven.
23 Fue dirigida la palabra de Yahveh a Jeremías como sigue:
24 ¿No has visto qué ha dicho este pueblo?: «Los dos linajes que había elegido Yahveh, los ha rechazado», y a mi pueblo  menosprecian, como que ni lo tienen por nación.
25 Pues bien, dice Yahveh: Si no he creado el día y la noche, ni las leyes de los cielos y la tierra he puesto,
26 en ese caso también rechazaré el linaje de Jacob y de mi siervo David, para no escoger más de su linaje a quienes  imperen sobre el linaje de Abraham, Isaac y Jacob, cuando yo haga tornar a sus cautivos y les tenga misericordia.


EPÍSTOLA DE SAN JUDAS  
Judas 1
1 Judas, siervo de Jesucristo, hermano de Santiago, a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo.
2 A vosotros, misericordia, paz y amor abundantes.
3 Queridos, tenía yo mucho empeño en escribiros acerca de nuestra común salvación y me he visto en la necesidad de hacerlo para exhortaros a combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre.
4 Porque se han introducido solapadamente algunos que hace tiempo la Escritura señaló ya para esta sentencia. Son impíos, que conviertan en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan al único Dueño y Señor nuestro Jesucristo.
5 Quiero recordaros a vosotros, que ya habéis aprendido todo esto de una vez para siempre, que el Señor, habiendo librado al pueblo de la tierra de Egipto, destruyó después a los que no creyeron;
6 y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día.
7 Y lo mismo Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, que como ellos fornicaron y se fueron tras una carne diferente, padeciendo la pena de un fuego eterno, sirven de ejemplo.
8 Igualmente éstos, a pesar de todo, alucinados en sus delirios, manchan la carne, desprecian al Señorío e injurian a las Glorias.
9 En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: = «Que te castigue el Señor». =
10 Pero éstos injurian lo que ignoran y se corrompen en las cosas que, como animales irracionales, conocen por instinto.
11 ¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por un salario se han abandonado al descarrío de Balaam, y han perecido en la rebelión de Coré.
12 Estos son una mancha cuando banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz;
13 son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre.
14 Henoc, el séptimo después de Adán, profetizó ya sobre ellos: «Mirad, el Señor ha venido con sus santas miríadas
15 para realizar el juicio contra todos y dejar convictos a todos los impíos de todas las obras de impiedad que realizaron y de todas las palabras duras que hablaron contra él los pecadores impíos.»
16 Estos son unos murmuradores, descontentos de su suerte, que viven según sus pasiones, = cuya boca dice palabras  altisonantes, = que adulan por interés.
17 En cambio vosotros, queridos, acordaos de las predicciones de los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
18 Ellos os decían: «Al fin de los tiempos aparecerán hombres sarcásticos que vivirán según sus propias pasiones impías.»
19 Estos son los que crean divisiones, viven una vida sólo natural sin tener el espíritu.
20 Pero vosotros, queridos, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo,
21 manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.
22 A unos, a los que vacilan, tratad de convencerlos;
23 a otros, tratad de salvarlos arrancándolos del fuego; y a otros mostradles misericordia con cautela, odiando incluso  la túnica manchada por su carne.
24 Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría,
25 al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén.

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...