miércoles, 18 de octubre de 2017

Números 10-12; Marcos 5

Números 10
1 Habló Yahveh a Moisés y le dijo:
2 «Hazte dos trompetas: las harás de plata maciza. Te servirán para convocar a la comunidad y dar la señal de mover el campamento.
3 Cuando suenen las dos, se reunirá junto a ti toda la comunidad, a la entrada de la Tienda del Encuentro.
4 Pero cuando suene una sola, se reunirán contigo los principales, jefes de millares de Israel.
5 Cuando toquéis a clamoreo, partirán los que acampan a oriente.
6 Cuando toquéis a clamoreo por segunda vez, partirán los campamentos que acampan al mediodía, Tocaréis a clamoreo para partir;
7 en cambio, para congregar la asamblea, tocaréis sin clamoreo.
8 Los hijos de Aarón, los sacerdotes, serán los que toquen las trompetas: este serán un decreto perpetuo para vosotros  y para vuestra descendencia.
9 Cuando, ya en vuestra tierra, partáis para el combate contra un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a clamoreo; así se acordará Yahveh, vuestro Dios, de vosotros, y seréis librados de vuestros enemigos.
10 En vuestros días de fiesta, solemnidades, neomenias, tocaréis las trompetas durante vuestros holocaustos y sacrificios de comunión. Así haréis que vuestro Dios se acuerde de vosotros. Yo, Yahveh, vuestro Dios.»
11 El año segundo, el mes segundo, el día veinte del mes, se levantó la Nube de encima de la Morada del Testimonio,
12 y los israelitas partieron, en orden de marcha, del desierto del Sinaí. La nube se detuvo en el desierto de Parán.
13 Partieron en vanguardia según la orden que Yahveh había dado a Moisés:
14 la bandera del campamento de los hijos de Judá en primer lugar, por cuerpos de ejército. Al frente de su tropa, iba Najsón, hijo de Aminadab;
15 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Isacar, Natanael, hijo de Suar;
16 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón.
17 Entonces fue desmontada la Morada y partieron los hijos de Guerson y los hijos de Merarí, llevando la Morada.
18 Partió luego la bandera del campamento de Rubén, por cuerpos de ejército: al frente de su tropa iba Elisur, hijo de Sedeur;
19 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Simeón, Selumiel, hijo de Surisadday;
20 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Gad, Elyasaf, hijo de Reuel.
21 Entonces partieron los quehatitas, que llevaban el santuario (la Morada se montaba antes de que llegaran).
22 Partió luego la bandera del campamento de los hijos de Efraím, por cuerpos de ejército; al frente de su tropa iba Elisamá, hijo de Ammihud.
23 Al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de Pedahsur;
24 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Benjamín, Abidán, hijo de Guideoní.
25 Luego, cerrando la marcha de todos los campamentos, partió la bandera del campamento de los hijos de Dan, por cuerpos de ejército. Al frente de su tropa iba Ajiézer, hijo de Ammisadday;
26 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Aser, Paguiel, hijo de Okrán;
27 al frente de la tropa de la tribu de los hijos de Neftalí, Ajirá, hijo de Enán.
28 Este fue el orden de marcha de los israelitas, repartidos en cuerpos de ejército. Y así partieron.
29 Dijo Moisés a Jobab, hijo de Reuel el madianita, suegro de Moisés: «Nosotros partimos para el lugar del que ha  dicho Yahveh: Os lo daré. Ven con nosotros y te trataremos bien, porque Yahveh ha prometido bienestar a Israel.»
30 El respondió: «No iré, sino que me volveré a mi tierra y a mi parentela.»
31 Moisés insistió: «Por favor, no os dejes; tú conoces los sitios donde acampar en el desierto; tú serás nuestros  ojos.
32 Si vienes con nosotros, te haremos partícipe del bienestar con que Yahveh nos va a favorecer.»
33 Partieron del monte de Yahveh para hacer tres jornadas. El arca de la alianza de Yahveh iba delante de ellos los tres días de camino, buscándoles donde hacer alto.
34 La Nube de Yahveh iba de día sobre ellos, desde que dejaron el campamento.
35 Cuando partía el arca, decía Moisés: «Levántate, Yahveh, que tus enemigos se dispersen, huyan delante de ti los que te odian.»
36 Y cuando se detenía, decía: «Vuelve, Yahveh, a las miríadas de Israel.»
 
Números 11
1 El pueblo profería quejas amargas a los oídos de Yahveh, y Yahveh lo oyó. Se encendió su ira y ardió un fuego de Yahveh entre ellos y devoró un extremo del campamento.
2 El pueblo clamó a Moisés y Moisés intercedió ante Yahveh, y el fuego se apagó.
3 Por eso se llamó aquel lugar Taberá, porque había ardido contra ellos el fuego de Yahveh.
4 La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer?
5 ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos!
6 En cambio ahora tenemos el alma seca. No hay de nada. Nuestros ojos no ven más que el maná.»
7 El maná era como la semilla del cilantro; su aspecto era como el del bedelio.
8 El pueblo se desparramaba para recogerlo; lo molían en la muela o lo majaban en el mortero; luego lo cocían en la olla y hacían con él tortas. Su sabor era parecido al de una torta de aceite.
9 Cuando, por la noche, caía el rocío sobre el campamento, caía también sobre él el maná.
10 Moisés oyó llorar al pueblo, cada uno en su familia, a la puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahveh. A Moisés le pareció mal,
11 y le dijo a Yahveh: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo?
12 ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: “Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?”
13 ¿De dónde voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo, que me llora diciendo: Danos carne para comer?
14 No puedo cargar yo solo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí.
15 Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura.»
16 Yahveh respondió a Moisés: «Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que sabes que son ancianos y escribas del pueblo. Llévalos a la Tienda del Encuentro y que estén allí contigo.
17 Yo bajaré a hablar contigo; tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos, para que lleven contigo  la carga del pueblo y no la tengas que llevar tú solo.
18 «Y al pueblo le dirás: Santificaos para mañana, que vais a comer carne, ya que os habéis lamentado a oídos de Yahveh, diciendo: “¿Quién nos dará carne para comer? Mejor nos iba en Egipto.” Pues Yahveh os va a dar carne, y comeréis.
19 No un día, ni dos, ni cinco, ni diez ni veinte la comeréis,
20 sino un mes entero, hasta que os salga por las narices y os dé náuseas, pues habéis rechazado a Yahveh, que está en medio de vosotros, y os habéis lamentado en su presencia, diciendo: ¿Por qué salimos de Egipto?»
21 Moisés respondió: «El pueblo en que estoy cuenta 600.000 de a pie, ¿y tú dices que les darás carne para comer un mes entero?
22 Aunque se mataran para ellos rebaños de ovejas y bueyes, ¿bastaría acaso? Aunque se juntaran todos los peces del  mar ¿habría suficiente?»
23 Pero Yahveh respondió a Moisés: «¿Es acaso corta la mano de Yahveh? Ahora vas a ver si vale mi palabra o no.»
24 Salió Moisés y transmitió al pueblo las palabras de Yahveh. Luego reunió a setenta ancianos del pueblo y los puso alrededor de la Tienda.
25 Bajó Yahveh en la Nube y le habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos. Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo más.
26 Habían quedado en el campamento dos hombres, uno llamado Eldad y el otro Medad. Reposó también sobre ellos el espíritu, pues aunque no habían salido a la Tienda, eran de los designados. Y profetizaban en el campamento.
27 Un muchacho corrió a anunciar a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento.»
28 Josué, hijo de Nun, que estaba al servicio de Moisés desde su mocedad, respondió y dijo: «Mi señor Moisés, prohíbeselo.»
29 Le respondió Moisés: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Quién me diera que todo el pueblo de Yahveh profetizara porque Yahveh les daba su espíritu!»
30 Luego Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel.
31 Se alzó un viento, enviado por Yahveh, que hizo pasar codornices del lado del mar, y las extendió sobre el campamento, en una extensión de una jornada de camino a uno y otro lado alrededor del campamento, y a una altura de dos codos por encima del suelo.
32 El pueblo se dedicó todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente a capturar las codornices. El que menos, reunió diez modios, y las tendieron alrededor del campamento.
33 Y todavía tenían la carne entre los dientes, todavía la estaban masticando, cuando se encendió la ira de Yahveh contra el pueblo, y lo hirió Yahveh con una plaga muy grande.
34 Se llamó a aquel lugar Quibrot Hattaavá, porque allí sepultaron a la muchedumbre de glotones.
35 De Quibrot Hattaavá partió el pueblo hacia Jaserot, y acamparon en Jaserot.
 
Números 12
1 María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa: por haberse casado con una kusita.
2 Decían: «¿Es que Yahveh no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?» Y Yahveh lo oyó.
3 Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la haz de la tierra.
4 De improviso, Yahveh dijo a Moisés, a Aarón y a María: «Salid los tres a la Tienda del Encuentro.» Y salieron los tres.
5 Bajó Yahveh en la columna de Nube y se quedó a la puerta de la Tienda. Llamó a Aarón y a María y se adelantaron los dos.
6 Dijo Yahveh: «Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños.
7 No así con mi siervo Moisés: él es de toda confianza en mi casa;
8 boca a boca hablo con él, abiertamente y no enigmas, y contempla la imagen de Yahveh. ¿Por qué, pues, habéis osado hablar contra mi siervo Moisés?»
9 Y se encendió la ira de Yahveh contra ellos. Cuando se marchó,
10 y la Nube se retiró de encima de la Tienda, he aquí que María estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa.
11 Y dijo Aarón a Moisés: «Perdón, Señor mío, no cargues sobre nosotros el pecado que neciamente hemos cometido.
12 Por favor, que no sea ella como quien nace muerto del seno de su madre, con la carne medio consumida.»
13 Moisés clamó a Yahveh diciendo: «Oh Dios, cúrala, por favor.»
14 Yahveh respondió a Moisés: «Si tu padre le hubiera escupido al rostro, ¿no tendría que pasar siete días de vergüenza? Que quede siete días fuera del campamento y luego sea admitida otra vez.
15 María quedó siete días excluida del campamento. Pero el pueblo no partió hasta que ella se reintegró.
16 Después el pueblo partió de Jaserot y acamparon en el desierto de Parán.
 

Marcos 5
1 Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.
2 Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo
3 que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas,
4 pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.
6 Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
7 y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
8 Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
9 Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.»
10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
12 y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.»
13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2.0000  se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar.
14 Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había  ocurrido.
15 Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.
16 Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos.
17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
18 Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él.
19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.»
20 El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.
22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies,
23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»
24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,
26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,
27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.
28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.»
29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»
31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»
32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.
33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le  contó toda la verdad.
34 El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»
35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»
36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe.»
37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos.
39 Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.»
40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los  suyos, y entra donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «= Talitá kum =», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.»
42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.
43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...