domingo, 21 de enero de 2018

2 Crónicas 32-34; Hechos 12

2 Crónicas 32
1 Después de todas estas pruebas de fidelidad, vino Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá, puso sitio a las ciudades fortificadas y mandó forzar las murallas.
2 Cuando vio Ezequías que Senaquerib venía con intención de atacar a Jerusalén,
3 tomó consejo con sus jefes y sus valientes en orden a cegar las fuentes de agua que había fuera de la ciudad; y ellos le apoyaron.
4 Juntóse mucha gente, y cegaron todas las fuentes y el arroyo que corría por medio de la región, diciendo: «Cuando vengan los reyes de Asiria, ¿por qué han de hallar tanta agua?»
5 Y cobrando ánimo, reparó toda la muralla que estaba derribada, alzando torres sobre la misma, levantó otro muralla exterior, fortificó el Milló en la Ciudad de David, y fabricó una gran cantidad de armas arrojadizas y escudos.
6 Puso jefes de combate sobre el pueblo, los reunió a su lado en la plaza de la puerta de la ciudad, y hablándoles al corazón, dijo:
7 «Sed fuertes y tened ánimo; no temáis, ni desmayéis ante el rey de Asiria, ni ante toda la muchedumbre que viene  con él, porque es más el que está con nosotros que el que está con él.
8 Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Yahveh nuestro Dios para ayudarnos y para combatir nuestros  combates.» Y el pueblo quedó confortado con las palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey de Asiria, que estaba sitiando Lakís, con todas sus fuerzas, envió sus siervos a Jerusalén, a Ezequías, rey de Judá, y a todos los de Judá que estaban en Jerusalén para decirles:
10 «Así dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En qué ponéis vuestra confianza, para que permanezcáis cercados en Jerusalén?
11 ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y sed, cuando dice: “Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria”?
12 ¿No es este el mismo Ezequías que ha quitado sus altos y sus altares y ha dicho a Judá y Jerusalén: “Ante un solo altar os postraréis y sobre él habréis de quemar incienso”?
13 ¿Acaso no sabéis lo que yo y mis padres hemos hecho con todos los pueblos de los países? ¿Por ventura los dioses de las naciones de estos países han sido capaces de librar sus territorios de mi mano?
14 ¿Quién de entre todos los dioses de aquellas naciones que mis padres dieron al anatema pudo librar a su pueblo de mi mano? ¿Es que vuestro Dios podrá libraros de mi mano?
15 Ahora, pues, que no os engañe Ezequías ni os embauque de esa manera. No le creáis; ningún dios de ninguna nación ni de ningún reino ha podido salvar a su pueblo de mi mano, ni de la mano de mis padres, ¡cuánto menos podrá  vuestro Dios libraros a vosotros de mi mano!»
16 Sus siervos dijeron todavía más cosas contra Yahveh Dios y contra Ezequías su siervo.
17 Escribió además cartas para insultar a Yahveh, Dios de Israel, hablando contra él de este modo: «Así como los dioses de las naciones de otros países no han salvado a sus pueblos de mi mano, así tampoco el Dios de Ezequías salvará a su pueblo de mi mano.»
18 Los enviados gritaban en voz alta, en lengua judía, al pueblo de Jerusalén, que estaba sobre el muro, para atemorizarlos y asustarlos, y poder conquistar la ciudad,
19 y hablando del Dios de Jerusalén como de los dioses de los pueblos de la tierra, que son obra de manos de hombre.
20 En esta situación, el rey Ezequías y el profeta Isaías, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.
21 Y Yahveh envió un ángel que exterminó a todos los guerreros esforzados de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asiria; el cual volvió a su tierra cubierta la cara de vergüenza, y al entrar en la casa de su dios, allí mismo, los hijos de sus propias entrañas le hicieron caer a espada.
22 Así salvó Yahveh a Ezequías y a los habitantes de Jerusalén de la mano de Senaquerib, rey de Asiria, y de la mano de todos sus enemigos, y les dio paz por todos lados.
23 Muchos trajeron entonces ofrendas a Yahveh, a Jerusalén, y presentes a Ezequías, rey de Judá; el cual de allí en adelante adquirió gran prestigio a los ojos de todas las naciones.
24 En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa.
25 Pero Ezequías no correspondió al bien que había recibido, pues se ensoberbeció su corazón, por lo cual la Cólera vino sobre él, sobre Judá y Jerusalén.
26 Mas después de haberse ensoberbecido en su corazón, se humilló Ezequías, él y los habitantes de Jerusalén; y por eso no estalló contra ellos la ira de Yahveh en los días de Ezequías.
27 Ezequías tuvo riquezas y gloria en gran abundancia. Adquirió tesoros de plata, oro, piedras preciosas, bálsamos, joyas y de toda suerte de objetos de valor.
28 Tuvo también almacenes para las rentas de trigo, de mosto y de aceite; pesebres para toda clase de ganado y apriscos para los rebaños.
29 Se hizo con asnos y poseía ganado menor y mayor en abundancia, pues Dios le había dado muchísima hacienda.
30 Este mismo Ezequías cegó la salida superior de las aguas del Guijón y las condujo, bajo tierra, a la parte occidental de la Ciudad de David. Ezequías triunfó en todas sus empresas;
31 cuando los príncipes de Babilonia enviaron embajadores para investigar la señal maravillosa ocurrida en el país, Dios le abandonó para probarle y descubrir todo lo que tenía en su corazón.
32 El resto de los hechos de Ezequías y sus obras piadosas están escritos en las visiones del profeta Isaías, hijo de Amós, y en el libro de los reyes de Judá y de Israel.
33 Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés.

2 Crónicas 33
1 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó 55 años en Jerusalén.
2 Hizo el mal a los ojos de Yahveh según las abominaciones de las gentes que Yahveh había expulsado delante de los  israelitas.
3 Volvió a edificar los altos que su padre Ezequías había derribado, alzó altares a los Baales, hizo cipos, se postró ante todo el ejército de los cielos y les sirvió.
4 Construyó también altares en la Casa de Yahveh, de la que Yahveh había dicho: «En Jerusalén estará mi Nombre para siempre.»
5 Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos patios de la Casa de Yahveh,
6 e hizo pasar a sus hijos por el fuego en el valle de Ben Hinnom; practicó los presagios, los augurios y la hechicería, e hizo traer nigromantes y adivinos, haciendo mucho mal a los ojos de Yahveh y provocando su cólera.
7 Colocó la imagen del ídolo, que había fabricado, en la Casa de Dios, de la cual había dicho Dios a David y a Salomón, su hijo: «En esta Casa y en Jerusalén, que he elegido de entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre.
8 Y no apartaré más el pie de Israel de sobre la tierra que di a vuestros padres, con tal que procuren hacer según  todo lo que les he mandado, según toda la Ley, los decretos y las normas ordenados por Moisés.»
9 Manasés desvió a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran mayores males que las gentes que Yahveh  había exterminado delante de los israelitas.
10 Habló Yahveh a Manasés y a su pueblo, pero no hicieron caso.
11 Entonces Yahveh hizo venir sobre ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, le ataron con cadenas de bronce y le llevaron a Babilonia.
12 Cuando se vio en angustia, quiso aplacar a Yahveh su Dios, humillándose profundamente en presencia del Dios de sus padres.
13 Oró a él y Dios accedió, oyó su oración y le concedió el retorno a Jerusalén, a su reino. Entonces supo Manasés que Yahveh es el Dios.
14 Después de esto edificó la muralla exterior de la Ciudad de David al occidente de Guijón, en el torrente, hasta la entrada de la Puerta de los Peces, cercando el Ofel, y la elevó a gran altura. Puso también jefes del ejército en todas las plazas fuertes de Judá.
15 Quitó de la Casa de Yahveh los dioses extraños, el ídolo y todos los altares que había erigido en el monte de la  Casa de Yahveh y en Jerusalén, y los echó fuera de la ciudad.
16 Reedificó el altar de Yahveh y ofreció sobre él sacrificios de comunión y de alabanza, y mandó a Judá que sirviese a Yahveh, el Dios de Israel.
17 Sin embargo, el pueblo ofrecía aún sacrificios en los altos, aunque sólo a Yahveh su Dios.
18 El resto de los hechos de Manasés, su oración a Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Yahveh, Dios de Israel, se encuentran escritos en los Hechos de los reyes de Israel.
19 Su oración y cómo fue oído, todo su pecado, su infidelidad, los sitios donde edificó altos y donde puso cipos e ídolos antes de humillarse: todo está escrito en los Hechos de Jozay.
20 Se acostó Manasés con sus padres, y le sepultaron en su casa. En su lugar reinó su hijo Amón.
21 Amón tenía veintidós años cuando empezó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén.
22 Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como había hecho su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios y sirvió a todos los ídolos que había fabricado su padre Manasés.
23 Pero no se humilló delante de Yahveh, como se había humillado su padre Manasés; al contrario, Amón cometió aún  más pecados.
24 Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa.
25 Pero el pueblo de la tierra mató a todos los conjurados contra el rey Amón, y proclamó rey en su lugar a su hijo  Josías.

2 Crónicas 34
1 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó 31 años en Jerusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, siguiendo los caminos de su padre David; sin apartarse a derecha ni a izquierda.
3 El año octavo de su reinado, siendo todavía joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David; y en el año doce empezó a purificar a Judá y Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los ídolos fundidos.
4 Derribaron en su presencia los altares de los Baales, hizo arrancar los altares de aromas que había sobre ellos, y rompió los cipos, las imágenes y los ídolos fundidos reduciéndolos a polvo, que esparció sobre las sepulturas  de los que les habían ofrecido sacrificios.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes sobre los altares y purificó a Judá y Jerusalén.
6 En las ciudades de Manasés, de Efraím y de Simeón, y hasta en Neftalí y en los territorios asolados que las rodeaban,
7 derribó los altares, demolió los cipos y las estatuas y las redujo a polvo, y abatió los altares de aromas en toda la tierra de Israel. Después regresó a Jerusalén.
8 El año dieciocho de su reinado, mandó a Safán, hijo de Asalías, a Maasías, comandante de la ciudad, y a Yoaj, hijo de Yoajaz, heraldo, que reparasen la Casa de Yahveh su Dios para purificar la tierra y la Casa.
9 Fueron ellos donde el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero traído a la Casa de Dios, que los levitas y porteros habían recibido de Manasés y de Efraím y de todo el resto de Israel, de todo Judá y Benjamín y de los habitantes de Jerusalén.
10 Lo pusieron en manos de los que hacían el trabajo, los encargados de la Casa de Yahveh, y éstos se lo dieron a los obreros para reparar y restaurar la Casa.
11 Lo dieron a los carpinteros y obreros de la construcción para comprar piedras de cantería y madera y vigas de trabazón para el maderamen de los edificios destruidos por los reyes de Judá.
12 Estos hombres ejecutaban los trabajos honradamente. Estaban bajo la vigilancia de Yájat y Abdías, levitas de los hijos de Merarí, y de Zacarías y Mesul-lam, de los hijos de Quehat, que les dirigían, y de otros levitas; todos ellos maestros en tañer instrumentos músicos.
13 Dirigían también a los peones de carga y a todos los que trabajaban en la obra, en los distintos servicios. Entre los levitas había además, escribas, notarios y porteros.
14 Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley  de Yahveh dada por Moisés;
15 y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: «He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh»; y Jilquías entregó el libro a Safán.
16 Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: «Tus siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado.
17 Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han entregado a los encargados y a los que trabajan en la  obra.»
18 El secretario Safán anunció al rey: «El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro.» Y Safán leyó una parte en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos,
20 y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey:
21 «¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro.»
22 Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo indicado;
23 ella les respondió: «Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí:
24 Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá;
25 porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará.
26 Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído...
27 Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh.
28 Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males  que voy a traer sobre este lugar y sus moradores.» Ellos llevaron la respuesta al rey.
29 Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
30 Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh.
31 Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro.
32 Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres.
33 Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las regiones de los israelitas, y obligó a todos los que  se hallaban en Israel a servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el Dios de sus padres.

Hechos 12
1 Por aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos.
2 Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.
3 Al ver que esto les gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro. Eran los días de los Azimos.
4 Le apresó, pues, le encarceló y le confió a cuatro escuadras de cuatro soldados para que le custodiasen, con la  intención de presentarle delante del pueblo después de la Pascua.
5 Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios.
6 Cuando ya Herodes le iba a presentar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas; también había ante la puerta unos centinelas custodiando la cárcel.
7 De pronto se presentó el Ángel del Señor y la celda se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: «Levántate aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos.
8 Le dijo el ángel: «Cíñete y cálzate las sandalias.» Así lo hizo. Añadió: «Ponte el manto y sígueme.»
9 Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión.
10 Pasaron la primera y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de pronto el ángel le dejó.
11 Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado  de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.»
12 Consciente de su situación, marchó a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos en oración.
13 Llamó él a la puerta y salió a abrirle una sirvienta llamada Rode;
14 quien, al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría no abrió la puerta, sino que entró corriendo a anunciar que  Pedro estaba a la puerta.
15 Ellos le dijeron: «Estás loca.» Pero ella continuaba afirmando que era verdad. Entonces ellos dijeron: «Será su ángel.»
16 Pedro entretanto seguía llamando. Al abrirle, le vieron, y quedaron atónitos.
17 El les hizo señas con la mano para que callasen y les contó cómo el Señor le había sacado de la prisión. Y añadió: «Comunicad esto a Santiago y a los hermanos.» Salió y marchó a otro lugar.
18 Cuando vino el día hubo un alboroto no pequeño entre los soldados, sobre qué habría sido de Pedro.
19 Herodes le hizo buscar y al no encontrarle, procesó a los guardias y mandó ejecutarlos. Después bajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.
20 Estaba Herodes fuertemente irritado con los de Tiro y Sidón. Estos, de común acuerdo, se le presentaron y habiéndose ganado a Blasto, camarlengo del rey, solicitaban hacer las paces, pues su país se abastecía del país del rey.
21 El día señalado, Herodes, regiamente vestido y sentado en la tribuna, les arengaba.
22 Entonces el pueblo se puso a aclamarle: «¡Es un dios el que habla, no un hombre!»
23 Pero inmediatamente le hirió el Ángel del Señor porque no había dado la gloria a Dios; y convertido en pasto de  gusanos, expiró.
24 Entretanto la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
25 Bernabé y Saulo volvieron, una vez cumplido su ministerio en Jerusalén, trayéndose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...