sábado, 21 de abril de 2018

Job 37-39; Gálatas 3

Job 37
1 Mi corazón también por eso tiembla, y salta fuera de su sitio.
2 ¡Escuchad, escuchad el fragor de su voz, el bramido que sale de su boca!
3 Hace relampaguear por todo el cielo, su fulgor llega a los extremos de la tierra.
4 Detrás de él una voz ruge: truena él con su soberbia voz, y sus rayos no retiene, mientras su voz retumba.
5 Dios nos da a ver maravillas, grandes cosas hace que no comprendemos.
6 Cuando dice a la nieve: «¡Cae sobre la tierra!», y a los aguaceros: «¡Lloved fuerte!»,
7 la mano de todo hombre retiene bajo sello, para que todos conozcan su obra.
8 Las fieras a sus guaridas huyen y en sus cubiles se cobijan.  
9 Del sur llega el huracán, el frío, de los vientos del norte.
10 Al soplo de Dios se forma el hielo, se congela la extensión de las aguas.
11 El carga a la nube de un rayo, el nublado esparce su fulgor,
12 y éste, gira girando, circula conforme a sus designios. Así ejecutan sus órdenes en todo sobre la haz de su orbe terráqueo.
13 Ya como castigo para los pueblos de la tierra, ya como gracia, él los envía.
14 Presta, Job, oído a esto, tente y observa los prodigios de Dios.
15 ¿Sabes acaso cómo Dios los rige, y cómo su nube hace brillar el rayo?
16 ¿Sabes tú cómo las nubes cuelgan en equilibrio,  7 maravilla de una ciencia consumada?
17 Tú, cuyos vestidos queman cuando está quieta la tierra bajo el viento del sur,
18 ¿puedes extender con él la bóveda del cielo, sólida como espejo de metal fundido?
19 Enséñanos qué le hemos de decir: no discutiremos más, debido a las tinieblas.
20 Si hablo yo, ¿alguien se lo cuenta? ¿es informado de lo que un hombre ha dicho?
21 Ahora ya no se ve la luz, que queda oscurecida por las nubes; pero pasa el viento y las despeja,
22 y una claridad llega del norte: gloria terrible alrededor de Dios,
23 ¡es Sadday!, no podemos alcanzarle. Grande en fuerza y equidad, maestro de justicia, sin oprimir a nadie.
24 Por eso le temen los hombres: ¡a él la veneración de todos los sabios de corazón!

Job 38
1 Yahveh respondió a Job desde el seno de la tempestad y dijo:
2 ¿Quién es éste que empaña el Consejo con razones sin sentido?
3 Ciñe tus lomos como un bravo: voy a interrogarte, y tú me instruirás.
4 Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad.
5 ¿Quién fijó sus medidas? ¿lo sabrías? ¿quién tiró el cordel sobre ella?
6 ¿Sobre qué se afirmaron sus bases? ¿quién asentó su piedra angular,
7 entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios?
8 ¿Quién encerró el mar con doble puerta, cuando del seno materno salía borbotando;
9 cuando le puse una nube por vestido y del nubarrón hice sus pañales;
10 cuando le tracé sus linderos y coloqué puertas y cerrojos?
11 «¡Llegarás hasta aquí, no más allá - le dije -, aquí se romperá el orgullo de tus olas!»
12 ¿Has mandado, una vez en tu vida, a la mañana, has asignado a la aurora su lugar,
13 para que agarre a la tierra por los bordes y de ella sacuda a los malvados?
14 Ella se trueca en arcilla de sello, se tiñe lo mismo que un vestido.
15 Se quita entonces su luz a los malvados, y queda roto el brazo que se alzaba.
16 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar? ¿has circulado por el fondo del Abismo?
17 ¿Se te han mostrado las puertas de la Muerte? ¿has visto las puertas del país de la Sombra?
18 ¿Has calculado las anchuras de la tierra? Cuenta, si es que sabes, todo esto.
19 ¿Por dónde se va a la morada de la luz? y las tinieblas, ¿dónde tienen su sitio?,
20 para que puedas llevarlas a su término, guiarlas por los senderos de su casa.
21 Si lo sabes, ¡es que ya habías nacido entonces, y bien larga es la cuenta de tus días!
22 ¿Has llegado a los depósitos de nieve? ¿Has visto las reservas de granizo,
23 que yo guardo para el tiempo de angustia, para el día de batalla y de combate?
24 ¿Por qué camino se reparte la luz, o se despliega el solano por la tierra?
25 ¿Quién abre un canal al aguacero, a los giros de los truenos un camino,
26 para llover sobre tierra sin hombre, sobre el desierto donde no hay un alma,
27 para abrevar a las soledades desoladas y hacer brotar en la estepa hierba verde?
28 ¿Tiene padre la lluvia? ¿quién engendra las gotas de rocío?
29 ¿De qué seno sale el hielo? ¿quién da a luz la escarcha del cielo,
30 cuando las aguas se aglutinan como piedra y se congela la superficie del abismo?
31 ¿Puedes tú anudar los lazos de las Pléyades o desatar las cuerdas de Orión?
32 ¿Haces salir la Corona a su tiempo? ¿conduces a la Osa con sus crías?
33 ¿Conoces las leyes de los Cielos? ¿aplicas su fuero en la tierra?
34 ¿Levantas tu voz hasta las nubes?, la masa de las aguas, ¿te obedece?

35 A tu orden, ¿los relámpagos parten, diciéndote: «Aquí estamos»?
36 ¿Quién puso en el ibis la sabiduría? ¿quién dio al gallo inteligencia?
37 ¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿quién inclina los odres de los cielos,
38 cuando se aglutina el polvo en una masa y los terrones se pegan entre sí?
39 ¿Cazas tú acaso la presa a la leona? ¿calmas el hambre de los leoncillos,
40 cuando en sus guaridas están acurrucados, o en los matorrales al acecho?
41 ¿Quién prepara su provisión al cuervo, cuando sus crías gritan hacia Dios, cuando se estiran faltos de comida?

Job 39
1 ¿Sabes cuándo hacen las rebecas sus crías? ¿has observado el parto de las ciervas?
2 ¿has contado los meses de su gestación? ¿sabes la época de su alumbramiento?
3 Entonces se acurrucan y paren a sus crías, echan fuera su camada.
4 Y cuando ya sus crías se hacen fuertes y grandes, salen al desierto y no vuelven más a ellas.
5 ¿Quién dejó al onagro en libertad y soltó las amarras del asno salvaje?
6 Yo le he dado la estepa por morada, por mansión la tierra salitrosa.
7 Se ríe del tumulto de las ciudades, no oye los gritos del arriero;
8 explora las montañas, pasto suyo, en busca de toda hierba verde.
9 ¿Querrá acaso servirte el buey salvaje, pasar la noche junto a tu pesebre?
10 ¿Atarás a su cuello la coyunda? ¿rastrillará los surcos tras de ti?
11 ¿Puedes fiarte de él por su gran fuerza? ¿le confiarás tu menester?

12 ¿Estás seguro de que vuelva, de que en tu era allegue el grano?
13 El ala del avestruz, ¿se puede comparar al plumaje de la cigüeña y del halcón?
14 Ella en tierra abandona sus huevos, en el suelo los deja calentarse;
15 se olvida de que puede aplastarlos algún pie, o cascarlos una fiera salvaje.
16 Dura para sus hijos cual si no fueran suyos, por un afán inútil no se inquieta.
17 Es que Dios la privó de sabiduría, y no le dotó de inteligencia.
18 Pero en cuanto se alza y se remonta, se ríe del caballo y su jinete.
19 ¿Das tú al caballo la bravura? ¿revistes su cuello de tremolante crin?
20 ¿Le haces brincar como langosta? ¡Terror infunde su relincho altanero!
21 Piafa de júbilo en el valle, con brío se lanza al encuentro de las armas.
22 Se ríe del miedo y de nada se asusta, no retrocede ante la espada.
23 Va resonando sobre él la aljaba, la llama de la lanza y el dardo.
24 Hirviendo de impaciencia la tierra devora, no se contiene cuando suena la trompeta.
25 A cada toque de trompeta dice: «¡Aah!» olfatea de lejos el combate, las voces de mando y los clamores.
26 ¿Acaso por tu acuerdo el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur?
27 ¿Por orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las alturas?
28 Pone en la roca su mansión nocturna, su fortaleza en un picacho.

29 Desde allí acecha a su presa, desde lejos la divisan sus ojos.
 30 Sus crías lamen sangre; donde hay muertos, allí está.

Gálatas 3
1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?
2 Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación?
3 ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne?
4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería!
5 El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación?
6 Así Abraham = creyó en Dios y le fue reputado como justicia. =
7 Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos de Abraham.
8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena  nueva: = En ti serán bendecidas todas las naciones. =
9 Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el creyente.
10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: = Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. =
11 - Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues = el justo vivirá por la fe; =
12 pero la ley no procede de la fe, sino que = quien practique sus preceptos, vivirá por ellos - =
13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: = Maldito todo el que está colgado de un madero, =
14 a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.
15 Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho  en regla.
16 Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham = y a = su = descendencia. = No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, = a tu descendencia, = es decir, a Cristo.
17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega 430 años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada.
18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham  su favor en forma de promesa.
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien  iba destinada la promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.
20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno solo.
21 Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley.
22 Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes  mediante la fe en Jesucristo.
23 Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse.
24 De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe.
25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.
26 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo:
28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa.

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...