Salmo 121 (120)
(1) = Canción para las subidas. =
1 Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio?
2 Mi auxilio me viene de Yahveh, que hizo el cielo y la tierra.
3 ¡No deje él titubear tu pie! ¡no duerme tu guardián!
4 No, no duerme ni dormita el guardián de Israel.
5 Yahveh es tu guardián, tu sombra, Yahveh, a tu diestra.
6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
7 Te guarda Yahveh de todo mal, él guarda tu alma;
8 Yahveh guarda tus salidas y entradas, desde ahora y por siempre.
Salmo 122 (121)
(1) = Canción de las subidas. De David. = 1 ¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahveh!
2 ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Jerusalén!
3 Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía,
4 a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh, es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de Yahveh.
5 Porque allí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.
6 Pedid la paz para Jerusalén: ¡en calma estén tus tiendas,
7 haya paz en tus muros, en tus palacios calma!
8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo!
9 ¡Por amor de la Casa de Yahveh nuestro Dios, ruego por tu ventura.
Salmo 123 (122)
(1) = Canción de las subidas. =
1 A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo;
2 míralos, como los ojos de los siervos en la mano de sus amos. Como los ojos de la sierva en la mano de su señora, así nuestros ojos en Yahveh nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros.
3 ¡Ten piedad de nosotros, Yahveh, ten piedad de nosotros, que estamos saturados de desprecio!
4 ¡Nuestra alma está por demás saturada del sarcasmo de los satisfechos, (¡El desprecio es para los soberbios!)
2 Corintios 2
1 En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros.
2 Porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa?
3 Y si os escribí aquello, fue para no entristecerme a mi ida, a causa de los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.
4 Efectivamente, os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo.
5 Pues si alguien ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto sentido - para no exagerar - a todos vosotros.
6 Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad,
7 por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.
8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.
9 Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné - si algo he perdonado - fue por vosotros en presencia de Cristo,
11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.
12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una gran puerta en el Señor,
13 mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para Macedonia.
14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento!
15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden:
16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?
17 Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.