miércoles, 11 de abril de 2018

Job 7-9; 2 Corintios 10

Job 7
1 ¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿no son jornadas de mercenario sus jornadas?
2 Como esclavo que suspira por la sombra, o como jornalero que espera su salario,
3 así meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor.
4 Al acostarme, digo: «¿Cuándo llegará el día?» Al levantarme: «¿Cuándo será de noche?», y hasta el crepúsculo ahíto estoy de sobresaltos.
5 Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se agrieta y supura.
6 Mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo.
7 Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no volverán a ver la dicha.
8 El ojo que me miraba ya no me verá, pondrás en mí tus ojos y ya no existiré.
9 Una nube se disipa y pasa, así el que baja al seol no sube más.
10 No regresa otra vez a su casa, no vuelve a verle su lugar.
11 Por eso yo no he de contener mi boca, hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma.
12 ¿Acaso soy yo el Mar, soy el monstruo marino, para que pongas guardia contra mí?
13 Si digo: «Mi cama me consolará, compartirá mi lecho mis lamentos»,
14 con sueños entonces tú me espantas, me sobresaltas con visiones.
15 ¡Preferiría mi alma el estrangulamiento, la muerte más que mis dolores!
16 Ya me disuelvo, no he de vivir por siempre; ¡déjame ya; sólo un soplo son mis días!
17 ¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu corazón,
18 para que le escrutes todas las mañanas y a cada instante le escudriñes?
19 ¿Cuándo retirarás tu mirada de mí? ¿no me dejarás ni el tiempo de tragar saliva?
20 Si he pecado, ¿qué te he hecho a ti, oh guardián de los hombres? ¿Por qué me has hecho blanco tuyo? ¿Por qué te sirvo de cuidado?
21 ¿Y por qué no toleras mi delito y dejas pasar mi falta? Pues ahora me acostaré en el polvo, me buscarás y ya no existiré.

Job 8
1 Bildad de Súaj tomó la palabra y dijo:
2 ¿Hasta cuándo estarás hablando de ese modo, y un gran viento serán las razones de tu boca?
3 ¿Acaso Dios tuerce el derecho, Sadday pervierte la justicia?
4 Si tus hijos pecaron contra él, ya los dejó a merced de sus delitos.
5 Mas si tú a Dios recurres e imploras a Sadday,
6 si eres irreprochable y recto, desde ahora él velará sobre ti y restaurará tu morada de justicia.
7 Tu pasado parecerá insignificante el lado de tu espléndido futuro.
8 Pregunta, si no, a la generación pasada, medita en la experiencia de sus padres.
9 Nosotros de ayer somos y no sabemos nada, como una sombra nuestros días en la tierra.
10 Pero ellos te instruirán y te hablarán, y de su corazón sacarán estas máximas:
11 «¿Brota acaso el papiro sin marismas? ¿Crece sin agua el junco?
12 Aún en su verdor, sin ser cortado, antes que toda otra hierba se marchita.
13 Tal es el fin de los que a Dios olvidan, así fenece la esperanza del impío.
14 Su confianza es un hilo solamente, su seguridad una tela de araña.
15 Se apoya en su morada, y no le aguanta, se agarra a ella y no resiste.
16 Bien regado ante la faz del sol, por encima de su huerto salían sus renuevos.
17 Sobre un majano entrelazadas sus raíces, vivía en una casa de piedra.
18 Mas cuando se le arranca de su sitio, éste le niega: “¡No te he visto jamás!”
19 Y vedle ya cómo se pudre en el camino, mientras que del suelo brotan otros.»
20 No, Dios no rechaza al íntegro, ni da la mano a los malvados.
21 La risa ha de llenar aún tu boca y tus labios el clamor de júbilo.
22 Tus enemigos serán cubiertos de vergüenza, y desaparecerá la tienda de los malos.

Job 9
1 Job tomó la palabra y dijo:
2 Bien sé yo, en verdad, que es así: ¿cómo ante Dios puede ser justo un hombre?
3 A quien pretenda litigar con él, no le responderá ni una vez entre mil.
4 Entre los más sabios, entre los más fuertes, ¿quién le hizo frente y salió bien librado?
5 El traslada los montes sin que se den cuenta, y los zarandea en su furor.
6 El sacude la tierra de su sitio, y se tambalean sus columnas.

7 A su veto el sol no se levanta, y pone un sello a las estrellas.
 8  El solo desplegó los Cielos, y holló la espalda de la Mar.
9 El hizo la Osa y Orión, las Cabrillas y las Cámaras del Sur.
10 Es autor de obras grandiosas, insondables, de maravillas sin número.
11 Si pasa junto a mí, yo no le veo, si se desliza, no le advierto.
12 Si en algo hace presa, ¿quién le estorbará? ¿quién le dirá: «¿Qué es lo que haces?»
13 Dios no cede en su cólera: bajo él quedan postrados los esbirros de Ráhab.
14 ¡Cuánto menos podré yo defenderme y rebuscar razones frente a él!
15 Aunque tuviera razón, no hallaría respuesta, ¡a mi juez tendría que suplicar!
16 Y aunque le llame y me responda, aún no creo que escuchará mi voz.
17 ¡El, que me aplasta por un pelo, que multiplica sin razón mis heridas,
18 y ni aliento recobrar me deja, sino que me harta de amargura!
19 Si se trata de fuerza, ¡es él el Poderoso! Si de justicia, ¿quién le emplazará?
20 Si me creo justo, su boca me condena, si intachable, me declara perverso.
21 ¿Soy intachable? ¡Ni yo mismo me conozco, y desprecio mi vida!
22 Pero todo da igual, y por eso digo: él extermina al intachable y al malvado.
23 Si un azote acarrea la muerte de improviso, él se ríe de la angustia de los inocentes.
24 En un país sujeto al poder de un malvado, él pone un velo en el rostro de sus jueces: si no es él, ¿quién puede ser?
25 Mis días han sido más raudos que un correo, se han ido sin ver la dicha.
26 Se han deslizado lo mismo que canoas de junco, como águila que cae sobre la presa.
27 Si digo: «Voy a olvidar mis quejas, mudaré de semblante para ponerme alegre»,
28 me asalta el temor de todos mis pesares, pues sé que tú no me tendrás por inocente.
29 Y si me he hecho culpable, ¿para qué voy a fatigarme en vano?
30  Aunque me lave con jabón, y limpie mis manos con lejía,
31 tú me hundes en el lodo, y mis propios vestidos tienen horror de mí.
32 Que él no es un hombre como yo, para que le responda, para comparecer juntos en juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano entre los dos,
34 y que de mí su vara aparte para que no me espante su terror.
35 Pero hablaré sin temerle, pues yo no soy así para mí mismo.

2 Corintios 10
1 Soy yo, Pablo en persona, quien os suplica por la mansedumbre y la benignidad de Cristo, yo tan humilde cara a  cara entre vosotros, y tan atrevido con vosotros desde lejos.
2 Os ruego que no tenga que mostrarme atrevido en presencia vuestra, con esa audacia con que pienso atreverme contra  algunos que consideran procedemos según la carne.
3 Pues aunque vivimos en la carne no combatimos según la carne.
4 ¡No!, las armas de nuestro combate no son carnales, antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas. Deshacemos sofismas
5 y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para  obediencia de Cristo.
6 Y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 ¡Mirad cara a cara! Si alguien cree ser de Cristo, considere una vez más dentro de sí mismo esto: si él es de Cristo, también lo somos nosotros.
8 Y aun cuando me gloriara excediéndome algo, respecto de ese poder nuestro que el Señor nos dio para edificación vuestra y no para ruina, no me avergonzaría.
9 Pues no quiero aparecer como que os atemorizo con mis cartas.
10 Porque se dice que las cartas son severas y fuertes, mientras que la presencia del cuerpo es pobre y la palabra  despreciable.
11 Piense ese tal que lo que somos a distancia y de palabra por carta, lo seremos también de cerca y de obra.
12 Ciertamente no osamos igualarnos ni compararnos a algunos que se recomiendan a sí mismos. Midiéndose a sí mismos  según su opinión y comparándose consigo mismos, obran sin sentido.
13 Nosotros, en cambio, no nos gloriaremos desmesuradamente; antes bien, nos mediremos a nosotros mismos por la norma que Dios mismo nos ha asignado como medida al hacernos llegar también hasta vosotros.
14 Porque no traspasamos los límites debidos, como sería si no hubiéramos llegado hasta vosotros; hasta vosotros hemos  llegado con el Evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos desmesuradamente a costa de los trabajos de los demás; sino que esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestra norma,
16 extendiendo el Evangelio más allá de vosotros en lugar de gloriarnos en territorio ajeno por trabajos ya realizados.
17 = El que se gloríe, gloríese en el Señor. =
18 Que no es hombre de probada virtud el que a sí mismo se recomienda, sino aquel a quien el Señor recomienda

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...