domingo, 25 de marzo de 2018

Salmos 101-104; 1 Corintios 13

Salmo 101 (100)
(1) = De David. Salmo. =
1 Quiero cantar el amor y la justicia, para ti, Yahveh, salmodiaré;
2 cursaré el camino de la perfección: ¿cuándo vendrás a mí? Procederé con corazón perfecto, dentro de mi casa;
3 no pondré delante de mis ojos cosa villana. Detesto la conducta de los extraviados, no se me pegará;
4 el corazón perverso está lejos de mí, no conozco al malvado.
5 Al que infama a su prójimo en secreto, a ése le aniquilo; ojo altanero y corazón hinchado no los soporto.
6 Mis ojos, en los fieles de la tierra, por que vivan conmigo; el que anda por el camino de la perfección será mi servidor.
7 No mora dentro de mi casa el agente de engaño; el que dice mentiras no persiste delante de mis ojos.
8 Cada mañana he de aniquilar a todos los impíos del país, para extirpar de la ciudad de Yahveh a todos los agentes de mal.

Salmo 102 (101)
(1) = Oración del afligido que, en su angustia, derrama su llanto ante Yahveh. =
 1 (2) Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito;
 2 (3) no ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia; tiende hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme!
 3 (4) Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo que un brasero;
 4 (5) trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer mi pan;

5 (6) ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado.
 6 (7) Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las ruinas;
 7 (8) insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado;
 8 (9) me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan maldicen por mi nombre.
 9 (10) El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis lágrimas,
 10 (11) ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has tirado:

11 (12) mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como el heno.
 12 (13) Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de edad en edad.
 13 (14) Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de apiadarte de ella, ha llegado la hora;
 14 (15) que están tus siervos encariñados de sus piedras y se compadecen de sus ruinas.
 15 (16) Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria;

16 (17) cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria,
 17 (18) volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará.
 18 (19) Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh:
 19 (20) que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra,
 20 (21) para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte.
 21 (22) Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén,

22 (23) cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh.
 23 (24) El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días.
 24 (25) Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De edad en edad duran tus años!
 25 (26) Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de tus manos;
 26 (27) ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan.

27 (28) Pero tú siempre el mismo, no tienen fin tus años.
28 (29) Los hijos de tus siervos tendrán una morada, y su estirpe ante ti subsistirá.

Salmo 103 (102)
(1) = De David. =
1 Bendice a Yahveh, alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre,
2 bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios.
3 El, que todas tus culpas perdona, que cura todas tus dolencias,
4 rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de ternura,
5 satura de bienes tu existencia, mientras tu juventud se renueva como el águila.
6 Yahveh, el que hace obras de justicia, y otorga el derecho a todos los oprimidos,
7 manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de Israel sus hazañas.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor;
9 no se querella eternamente ni para siempre guarda su rencor;
10 no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
11 Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen;
12 tan lejos como está el oriente del ocaso aleja él de nosotros nuestras rebeldías.
13 Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen;
14 que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo.
15 ¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece;
16 pasa por él un soplo, y ya no existe, ni el lugar donde estuvo vuelve a conocerle.
17 Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos,
18 para aquellos que guardan su alianza, y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
19 Yahveh en los cielos asentó su trono, y su soberanía en todo señorea.
20 Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra.
21 Bendecid a Yahveh, todas sus huestes, servidores suyos, ejecutores de su voluntad.
22 Bendecid a Yahveh, todas sus obras, en todos los lugares de su imperio. ¡Bendice a Yahveh, alma mía!

Salmo 104 (103)
1 ¡Alma mía, bendice a Yahveh! ¡Yahveh, Dios mío, qué grande eres! Vestido de esplendor y majestad,
2 arropado de luz como de un manto, tú despliegas los cielos lo mismo que una tienda,
3 levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas;
4 tomas por mensajeros a los vientos, a las llamas del fuego por ministros.
5 Sobre sus bases asentaste la tierra, inconmovible para siempre jamás.
6 Del océano, cual vestido, la cubriste, sobre los montes persistían las aguas;
7 al increparlas tú, emprenden la huida, se precipitan al oír tu trueno,
8 y saltan por los montes, descienden por los valles, hasta el lugar que tú les asignaste;
9 un término les pones que no crucen, por que no vuelvan a cubrir la tierra.
10 Haces manar las fuentes en los valles, entre los montes se deslizan;
11 a todas las bestias de los campos abrevan, en ellas su sed apagan los onagros;
12 sobre ellas habitan las aves de los cielos, dejan oír su voz entre la fronda.
13 De tus altas moradas abrevas las montañas, del fruto de tus obras se satura la tierra;
14 la hierba haces brotar para el ganado, y las plantas para el uso del hombre, para que saque de la tierra el pan,
15 y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre.
16 Se empapan bien los árboles de Yahveh, los cedros del Líbano que él plantó;
17 allí ponen los pájaros su nido, su casa en su copa la cigüeña;
18 los altos montes, para los rebecos, para los damanes, el cobijo de las rocas.
19 Hizo la luna para marcar los tiempos, conoce el sol su ocaso;
20 mandas tú las tinieblas, y es la noche, en ella rebullen todos los animales de la selva,
21 los leoncillos rugen por la presa, y su alimento a Dios reclaman.

22 Cuando el sol sale, se recogen, y van a echarse a sus guaridas;
23 el hombre sale a su trabajo, para hacer su faena hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra.
25 Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él el hervidero innumerable de animales, grandes y pequeños;
26 por allí circulan los navíos, y Leviatán que tú formaste para jugar con él.
27 Todos ellos de ti están esperando que les des a su tiempo su alimento;
28 tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes.
29 Escondes tu rostro y se anonadan, les retiras su soplo, y expiran y a su polvo retornan.
30 Envías tu soplo y son creados, y renuevas la faz de la tierra.
31 ¡Sea por siempre la gloria de Yahveh, en sus obras Yahveh se regocije!
32 El que mira a la tierra y ella tiembla, toca los montes y echan humo.
33 A Yahveh mientras viva he de cantar, mientras exista salmodiaré para mi Dios.
34 ¡Oh, que mi poema le complazca! Yo en Yahveh tengo mi gozo.
35 ¡Que se acaben los pecadores en la tierra, y ya no más existan los impíos! ¡Bendice a Yahveh, alma mía!

1 Corintios 13
1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo  que retiñe.
2 Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.
3 Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
4 La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe;
5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal;
6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.
7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
8 La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.
9 Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.
10 Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.
11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las  cosas de niño.
12 Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces  conoceré como soy conocido.
13 Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.

Gregorio de Nisa

  San Gregorio de Nisa, también conocido como Gregorio Niseno, nació alrededor del año 335 en Cesarea de Capadocia, Asia Menor (actual Turqu...